Un viejo refrán afirma que en todas partes cuecen habas. Es cierto, en todos los lugares ocurren cosas que llaman la atención y con esa expresión se busca cierta justificación para explicar cosas un tanto extraordinarias. Es algo parecido a lo que sucede también con la idiosincrasia que muchos naturales de un lugar señalan como característica muy específica de las gentes de ese sitio. Quizá alguno de ustedes haya oído decir aquello de «es que en este pueblo somos especiales». A la postre resulta que todos vienen a ser especiales, al igual que en todas partes cuecen habas. Concluida esta especie de proemio, digamos que en la Córdoba de nuestros días ocurren algunas cosas que resultan un tanto «especiales».

Lo son los informes del secretario del ayuntamiento que lo mismo son acogidos con el beneplácito gubernamental que levantan las iras del gobierno. Lo son las trabas que se ponen a una empresa que da empleo a cientos de cordobeses -una ciudad donde el paro alcanza cifras que rondan un tercio de su población activa- hasta el punto de que puede conducir a su cierre. Lo son colocar el busto de un hijo adoptivo encima de una caja de luces, revelando la desidia que impera en la acción de la delegada municipal de Cultura. Lo son dejar cerrados determinados lugares como museos o edificios históricos, que ejercen atracción turística muchos días de fiesta porque no hay acuerdo entre la delegación municipal correspondiente y los trabajadores, dañando al turismo que es una de las fuentes de empleo más importantes de la ciudad. Lo es que la delegada de la consejería de Educación presente la planificación escolar con faltas de ortografía que hieren lastimosamente la vista. Lo es que una celosía se convierta en el eje de un debate con intervención de las administraciones públicas y pese la amenaza de que la Unesco pueda tomar medidas de represalia sobre el monumento más emblemático de Córdoba. Lo es que esa administración -tampoco la Unesco- no haya abierto la boca al construirse al lado de dicho monumento un edificio que rompe por completo la estética de la zona. Lo es que se haya construido una instalación cuyo coste es millonario y lleve años concluida y sin uso, con los jaramagos floreciendo a su alrededor. Lo es organizar una polémica sobre la propiedad de un lugar después de ocho siglos -se dice pronto- de que sus propietarios lo tengan cuando menos por posesión pacífica, estar utilizándolo, haberlo conservado y realizado numerosas obras en él. Lo es celebrar una cata, que se supone para la potenciación del vino que caracteriza a esta tierra, y el recipiente en que se sirve sea el centro de atención. Lo es que el equipo de fútbol representativo de la ciudad, pierda en el Arcángel los puntos que gana fuera, echando por alto las posibilidades de ascender de categoría. Lo es que se convierta en un problema que la ciudad cuente con un eje ferroviario que la conecte de este a oeste. Lo es que se niegue a determinadas empresas la posibilidad de instalarse en Rabanales, cercenando la creación de centenares de empleos. Lo es que se permita la ocupación de edificios públicos dando ejemplo a nuevas ocupaciones, generando serios conflictos vecinales.

Es cierto, como dice el refrán que en todas partes cuecen habas, pero en algunos sitios se cuecen a calderadas.

(Publicada en ABC Córdoba el 30 de abril de 2016 en esta dirección)

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